No sé si es por falta de interés, por cobardía, por comodidad o por egoísmo, pero en muchos aspectos, vemos pasar la vida sin hacer nada por cambiarla. Es como si nos convirtiéramos en unos maniquís, que permanecen estáticos y sin inmutarse, ante los sucesos que día a día van desfilando a su alrededor.
Acontecimientos y problemas que constantemente nos llegan desde cualquier ámbito. Desde la especulación macroeconómica, a la corrupción de nuestros políticos. Desde la hambruna en los países del tercer mundo, al comercio de armas. Desde el materialismo y la pérdida de valores humanos básicos, a la indiferencia hacia los demás en las sociedades desarrolladas. E incluso, desde el establecimiento de la injusticia como norma de vida, a desdeñar al mendigo que está en la esquina o ignorar los problemas económicos de nuestros vecinos.
Constantemente nos escudamos en que no podemos hacer nada para cambiar las cosas, y nos lo creemos mirando para otra parte, en vez de buscar y exigir soluciones, y luchar por ellas. Pero lo peor de todo, es que con frecuencia nos refugiamos en nuestra propia inmovilidad, y fijamos la mirada en el vacío para no ver nada ni enterarnos de lo que pasa, para no sentirnos culpables de nuestra pasividad y falta de acción.
Es por eso, por lo que en muchas ocasiones me siento como un maniquí. Y cuanto más lo pienso y más vueltas le doy, más me convenzo de lo triste que es, que seamos tantos maniquís en el mundo.
Acontecimientos y problemas que constantemente nos llegan desde cualquier ámbito. Desde la especulación macroeconómica, a la corrupción de nuestros políticos. Desde la hambruna en los países del tercer mundo, al comercio de armas. Desde el materialismo y la pérdida de valores humanos básicos, a la indiferencia hacia los demás en las sociedades desarrolladas. E incluso, desde el establecimiento de la injusticia como norma de vida, a desdeñar al mendigo que está en la esquina o ignorar los problemas económicos de nuestros vecinos.
Constantemente nos escudamos en que no podemos hacer nada para cambiar las cosas, y nos lo creemos mirando para otra parte, en vez de buscar y exigir soluciones, y luchar por ellas. Pero lo peor de todo, es que con frecuencia nos refugiamos en nuestra propia inmovilidad, y fijamos la mirada en el vacío para no ver nada ni enterarnos de lo que pasa, para no sentirnos culpables de nuestra pasividad y falta de acción.
Es por eso, por lo que en muchas ocasiones me siento como un maniquí. Y cuanto más lo pienso y más vueltas le doy, más me convenzo de lo triste que es, que seamos tantos maniquís en el mundo.
Texto: Manolo Torres
Muy buena reflexión, Manuel, sobre la indiferencia y la tranquilidad aparente (nada más lejos de ser cierto) con que vemos pasando los acontecimientos. Si, parece como si fueramos maniquis esperando el final de la temporada, para que nos vistan para la próxima con otras prendas que, aunque no nos gusten, al menos sean atractivas para otros que las miran desde fuera.
ResponderEliminarSomos demasiado "pasotistas" y aceptamos una situación que no la hemos provocado nosotros, sino gente que nos viste como a esos maniquis.
Un abrazo, Manuel.
Amigo, nos tienen atontados para que estemos indiferentes ante lo que, claramente injusto, esta sucediendo...
ResponderEliminarNi siquiera somos capaces de indentificar al "enemigo" que esta atacando de modo cerril a lo justo. Nos sentimos indefensos...
Un abrazo
Reflexivo texto complementado con unas estupendas capturas y bien tratadas.
ResponderEliminarApoyo cuanto has expuesto Manolo; tienes toda la razón.
Cordial saludo.
Ramón.
P.D.: Aprovecho para agradecerte tu visita a mi, vuestro, blog "Diseño Gráfico con Photoshop" y seguirlo, es todo un placer.