domingo, 27 de mayo de 2012

La enseñanza ...


Cada vez que al final de un curso escolar asisto al Acto de Graduación de mis alumnos, se produce en mí un sentimiento contrapuesto, que es una mezcla de alegría y de tristeza. Alegría, porque terminan su etapa de estudiantes y comienzan una nueva fase en sus vidas, dando así sentido al empeño puesto durante sus estudios. Y tristeza, porque con ellos se va una parte de mí mismo, de mi esfuerzo, de mi tiempo  y de mi voluntad para conseguir que su formación profesional sea la mejor posible y lleguen a ser mejores personas.
En el camino se queda el día a día de trabajo realizado, con ratos agradables, con momentos de insatisfacción y también con una relación personal con todos ellos en la que se busca capacitarlos para que su futura vida laboral y personal sea todo un éxito. 
La enseñanza es una labor muy ingrata que deja mucho descontento a quien la imparte, especialmente porque los resultados sobre su eficacia no se aprecian de manera inmediata, sino a medio y largo plazo, cuando ya no tienes posibilidad de conocer esos resultados. Sin embargo, si pasado cierto tiempo, te enteras o te comentan de los éxitos profesionales de tus antiguos alumnos, o los encuentras y te valoran su etapa en el colegio, se produce un sentimiento de satisfacción personal, que es difícil de igualar con el que obtienes en otras profesiones, porque es cuando te das cuenta que has sido importante en la vida de una persona y que tu trabajo realmente ha sido útil.
Texto: Manolo Torres
(Profesor de Formación Profesional)




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lunes, 21 de mayo de 2012

La amistad verdadera

A partir de una foto original de Tomás Mayral, hace algún tiempo, preparé una imagen para incluirla en un proyecto fotográfico que él organizó sobre la amistad. Personalmente, el plasmar gráficamente ese concepto, fue un reto para mí y más aún, cuando tenía que utilizar una toma ya preestablecida.

Después de darle muchas vueltas y reflexionar sobre el significado de la amistad verdadera, me di cuenta que es un sentimiento que ni los años y ni la distancia consiguen borrar. Porque aunque las páginas del tiempo pasen y las arranquemos de nuestra vida, una auténtica amistad deja un recuerdo y una huella que resultan imborrables, y que siempre queda grabada en lo más profundo de nuestro corazón.
Texto: Manolo Torres







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miércoles, 16 de mayo de 2012

Una sencilla gota de agua


Hasta de lo más corriente, diminuto y poco valorado, se puede conseguir algo extraordinario. Hay cosas que permiten darnos cuenta de que lo más increíble se alcanza cuanto más nos acercamos a lo sencillo y lo humilde. Es el caso de la fascinación que me produce el mirar cómo una simple y pequeña gota de agua, puede crear una infinidad de formas y momentos sorprendentemente irrepetibles, que la convierten en algo especial que merece la pena contemplar.
También la vida está llena de actos, momentos y detalles, que por sencillos que a veces nos parezcan, nos hacen ver lo maravilloso y lo sublime que hay en el interior de las personas, y en cómo por encima de egoísmos, miserias y defectos, en el corazón del hombre también existen elementos que lo elevan y que lo sitúan en un plano superior. El amor, la amistad, la entrega, el sacrificio, la constancia, el espíritu de superación, …. , son algunos de los ejemplos que nos dejan descubrir los valores más profundos y admirables del ser humano.

Texto: Manolo Torres





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viernes, 11 de mayo de 2012

Como un tablero de ajedrez

Alguien dijo que la vida es como un tablero de ajedrez donde tú decides la pieza que vas a mover. Sin embargo, la realidad es que no siempre podemos escoger por nosotros mismos los movimientos que hacemos. Constantemente estamos condicionados por muchas circunstancias, reglas de juego y situaciones que nos fuerzan a desplazar las fichas de manera equivocada, o incluso, no deseada. En el enorme tablero de nuestra historia, permanentemente estamos enfrentados con rivales y problemas que nos hacen caer y perder una parte de nosotros mismos, aprender de nuestros errores y aciertos, y transformarnos en jugadores de otro tipo, con más experiencia, nuevas ilusiones, otros planteamientos y distintos objetivos. Poniendo en jaque, muchas de las cosas que hemos creído importantes, conseguidas a lo largo del tiempo, y a las que nos vamos apegando poco a poco.
Es sólo cuestión de tiempo, que las leyes inexorables de la naturaleza, consigan en algún momento de nuestra existencia, hacer que perdamos la partida, dándonos un “jaque mate”, sin la posibilidad de reaccionar para evitar.
Texto: Manolo Torres





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lunes, 7 de mayo de 2012

El viejo pastor y su nieto

Conducía por una sinuosa carretera de montaña descendiendo hacia el Valle del Jerte, y paré el coche en un pequeño rellano para recrearme en el paisaje y hacer algunas fotos. En el silencio de aquel lugar, escuché a lo lejos una voz que me llamaba. Era un viejo pastor acompañado por un muchacho y un rebaño de cabras, que me señalaba un estrecho sendero por el que bajar hasta donde estaba él. Un tanto por curiosidad, y otro tanto por no hacerle un desprecio, fui por donde me indicaba. Cuando llegué, me dijo un sitio con mayor visibilidad y una vista más bonita.
Con las ganas de hablar que da el vivir solo en el monte, en un rato, y como si me conociera de toda la vida, me contó su historia. De cómo con pocos años, se puso a guardar animales, de cuando siendo muy joven conoció y se “ennovió” con la que luego sería su mujer, sus experiencias en la “mili”, su boda, sus muchos años de casado y, con lágrimas de emoción en los ojos, cómo enviudó tras una larga y penosa enfermedad de su esposa. Su única compañía era su perro y las cabras que cuidaba, con los que hablaba frecuentemente y los llamaba a todos por su nombre. Los hijos, los tenía casados en Jerte y en Jaraíz de la Vera, y su nieto se venía a estar con él durante los fines de semana, que era cuando no tenía colegio.
Por más que lo intento, ya no me acuerdo de cómo se llamaba este buen hombre, aunque lo que no he olvidado, es que me impresionó su carácter tan humano y sencillo, la vitalidad que conservaba con sus casi ochenta años y esa sabiduría que desprendían sus palabras, mezcla de experiencia y de madurez interior.

Texto: Manolo Torres



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