lunes, 30 de abril de 2012

Cuando me levanto …

Cuando me levanto por las mañanas suelo mirar a través de mi terraza, y siempre veo el mismo paisaje, aunque cada vez me parece distinto. La luz, las nubes, el momento, el color, mi estado de ánimo …, hacen diferentes e irrepetibles cada uno de los amaneceres que contemplo. Hay días buenos y otros en donde la vista es espectacular, pero en algunos casos, el mal tiempo y las condiciones ambientales, deslucen totalmente la salida del sol. Sin embargo, de alguna manera, generalmente consigo encontrar un cierto encanto en contemplar el cielo y en mirarlo con detalle, a pesar de las condiciones adversas.
Creo que en nuestra vida cotidiana ocurre lo mismo, en muchas ocasiones nos parece que estamos inmersos en una monótona y aburrida rutina diaria que nos agobia y nos oprime. Pero el interés y la ilusión de cada día, se encuentran si conseguimos que cada instante sea único y singular, y que el vivirlo sea una experiencia a la que nos entregamos y eso nos hace sentirnos bien y nos llena como personas. Todo consiste en ponerle pasión y esmero a las cosas que hacemos diariamente, por sencillas y poco importantes que parezcan. 
Porque eso es lo que nos hace notar que estamos vivos y nos reilusiona para seguir viviendo. Pero este aspecto, es el más difícil de conseguir y, en la mayoría de los casos, es el que menos cuidamos y en el que menos nos esforzamos.

Texto: Manolo Torres






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lunes, 23 de abril de 2012

¿Hacia dónde nos dirigimos?

Algo está fallando en el mundo en el que nos ha tocado vivir, cuando nuestros dirigentes, políticos y personas destinadas a liderar los destinos de nuestro quehacer diario y nuestro futuro, son los primeros que tienen un mal comportamiento ético. La corrupción, el fraude, el amiguismo, los intereses partidistas y el “todo vale”, se han instalado en una parte importante de la política, de la empresa y de las finanzas, generando situaciones amorales, que las contemplamos de manera habitual y las admitimos con normalidad. La frontera entre lo legal y lo ilegal, ya no siempre se corresponde con lo moral y lo inmoral, ni tampoco con lo bueno y lo malo para la sociedad.
¿En qué espejo nos podemos mirar los ciudadanos para educar a nuestros jóvenes y niños? ¿Hacia qué forma de vivir y ver la vida, nos estamos dirigiendo? Realmente el futuro es bastante inquietante, como envuelto en una espesa niebla, porque cada vez más, el objetivo es obtener la mayor cantidad de dinero posible, fácilmente y a cualquier precio, salga de donde salga y sea de quien sea. Con engaños, disfrazando la realidad y traicionando los principios de convivencia y justicia más elementales.
Pienso, que el problema no está en la existencia de personajes sin catadura moral, que puede ser una desviación de nuestra propia naturaleza humana, sino en que la sociedad actual, sólo valora y aplaude al triunfador y al poderoso, sin importar que lo haga a costa de los demás, robando sin escrúpulos o mediante malas artes. No tenemos, o al menos no utilizamos, los mecanismos adecuados para eliminar de raíz y de una forma ejemplarizante, todo este tipo de actitudes perjudiciales.

Texto: Manolo Torres





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lunes, 16 de abril de 2012

El encanto de los Claustros

No sé la razón, pero los claustros de conventos y monasterios antiguos me producen una especial fascinación. Será por su agradable disposición alrededor de un patio o jardín central, por su luz que a veces acaricia los sentidos, por el silencio que desprenden aislados del ruidoso mundo exterior, por la historia que almacenan detrás de cada piedra, ….
En cada uno de ellos, se pueden encontrar aspectos y detalles distintos que los diferencian de los demás, con un lenguaje plagado de símbolos y elementos, cuyo significado se nos escapa generalmente, pero que conducen a un estado de recogimiento y tranquilidad. Recorriéndolos, parece sentirse la paz y la quietud interior que a veces necesitamos, la soledad enriquecedora del espíritu y el sentimiento de comunicación con uno mismo que nos hace adentrarnos en nuestro yo más personal.
Esta visión y sensación tan particular, hace que siempre que visito un edificio religioso histórico, nunca me quede sin pasar por el claustro.

Texto: Manolo Torres






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miércoles, 11 de abril de 2012

El Picante y la Rosarito

El Picante, que entonces tenía doce años, estaba enamorado de la Rosarito, y como no sabía lo que hacer fue en busca de su primo Arrorro, que hacía un mes que había vuelto de la mili y era un experto en amores.
- ¡A las mujeres se las conquista con flores! -nos dijo el Arrorro.
- ¿Qué flores?
- ¡Las que sea! ¡Pero las mejores son las rosas y los claveles!
Así que aquella misma tarde el Picante cortó todos los claveles de una maceta que su madre tenía en el patio y me mandó llevarlos a la Rosarito de su parte.
- ¿De quién son las flores? -me dijo cuando me vio llegar.
- Son del Picante.
- ¡Pues se las llevas otra vez al Picante y le dices que me deje en paz!
- ¡Es que te quiere!
- ¡Anda… anda…! ¡Y dile que se limpie los mocos!
Luego, analizando la situación, el Picante y yo coincidimos en que la Rosarito era muy mayor para él. Había cumplido ya los dieciocho años…

Texto: Antonio Monleón





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miércoles, 4 de abril de 2012

A veces me siento un maniquí

No sé si es por falta de interés, por cobardía, por comodidad o por egoísmo, pero en muchos aspectos, vemos pasar la vida sin hacer nada por cambiarla. Es como si nos convirtiéramos en unos maniquís, que permanecen estáticos y sin inmutarse, ante los sucesos que día a día van desfilando a su alrededor.
Acontecimientos y problemas que constantemente nos llegan desde cualquier ámbito. Desde la especulación macroeconómica, a la corrupción de nuestros políticos. Desde la hambruna en los países del tercer mundo, al comercio de armas. Desde el materialismo y la pérdida de valores humanos básicos, a la indiferencia hacia los demás en las sociedades desarrolladas. E incluso, desde el establecimiento de la injusticia como norma de vida, a desdeñar al mendigo que está en la esquina o ignorar los problemas económicos de nuestros vecinos.
Constantemente nos escudamos en que no podemos hacer nada para cambiar las cosas, y nos lo creemos mirando para otra parte, en vez de buscar y exigir soluciones, y luchar por ellas. Pero lo peor de todo, es que con frecuencia nos refugiamos en nuestra propia inmovilidad, y fijamos la mirada en el vacío para no ver nada ni enterarnos de lo que pasa, para no sentirnos culpables de nuestra pasividad y falta de acción.
Es por eso, por lo que en muchas ocasiones me siento como un maniquí. Y cuanto más lo pienso y más vueltas le doy, más me convenzo de lo triste que es, que seamos tantos maniquís en el mundo.


Texto: Manolo Torres




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