Siempre he pensado, que nuestra vida es como unas escaleras que hay que subir constantemente. Al principio, cuando eres joven, se asciende fácilmente y con energía, saltándose peldaños,atropelladamente, dando traspiés y cayendo en muchas ocasiones. Después, sosegamos nuestro ritmo, encontramos rellanos, nos paramos cada cierto tiempo para tomar el aliento, y cada vez cuesta más seguir adelante. Hasta que el cansancio nos hace ir muy lentamente y de manera pesada, con mucho trabajo para avanzar por unas escaleras que parecen interminables, apeteciendo cada vez menos el hacerlo, e incluso, cuestionándonos si merece la pena continuar. Al final, un tropiezo, el desencanto o el agotamiento, cortan nuestro camino de una manera más o menos inesperada, concluyendo un recorrido que comenzó cuando nacimos.
Pero no todos tenemos unas escaleras
con la misma dificultad, ni sabemos afrontar la subida de igual manera. A veces, ni contamos con la ayuda de personas que nos quieran y protejan. Además, los tramos más estrechos y empinados, suelen llegar en los momentos más complicados, cuando estamos menos preparados y más desanimados.
Aunque lo más importante de todo es saber vivir, sacarle jugo a
la vida y disfrutar de cada momento, dosificando el esfuerzo y manteniendo la ilusión y el ánimo para continuar subiendo, sin que las fuerzas nos fallen, especialmente en nuestros últimos años.
Texto: Manolo Torres
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