miércoles, 19 de agosto de 2015

La inquietud

¿No te has preguntado nunca por qué los hombres vivimos de una manera tan complicada? ¿Por qué no nos contentamos con comer, aparearnos, protegernos del frío y del calor, descansar un poco... y vuelta a empezar? ¿No hubiera bastado con eso? Nunca los hombres se limitan a dejarse vivir, sin más jaleos. 
Es evidente que lo propio de los humanos es una especie de inquietud que los demás seres vivos parecen no sentir. Tenemos un cerebro enorme que se alimenta de información, de novedades, de mentiras y de descubrimientos. En cuanto decae la excitación intelectual, a fuerza de rutina, los más inquietos empiezan a buscar, al principio con prudencia y luego frenéticamente, nuevas formas de estímulo.
¿Dónde hay que echar el freno y decir «basta»? Y ¿cómo decidir con qué debemos contentarnos? Se empieza haciendo cerámica de barro y se llega en seguida al cohete que va a la luna o al misil que destruye al enemigo. Se parte de la magia, pero se sigue a trancas y barrancas hasta Aristóteles, Shakespeare o Einstein...
La inquietud nunca falta y siempre crece: ¿para qué soñar con volver atrás, a la primera y relativa sencillez, si es de atrás y de lo sencillo de donde vienen nuestras actuales complicaciones? ¿Por qué suponer que no volverá a traernos por el mismo camino, si fuese posible retroceder hasta ellas?

Texto: Extracto de "Política para Amador" de Fernando Sabater





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miércoles, 12 de agosto de 2015

La ilusión

La ilusión es un sentimiento que si no existiera habría que inventarlo, porque es imprescindible para seguir viviendo. Es un arma poderosa que derriba imposibles y nos acerca a las utopías. Sin ilusión, gran parte de lo que hacemos deja de tener sentido, perdiendo el rumbo y los objetivos de nuestra vida.
Por grandes que sean los problemas, con ilusión no importan los sacrificios, el esfuerzo a realizar o el tiempo a esperar. Todo se sobrelleva y se soporta. Todo se supedita por conseguir lo que nos ilusiona. Junto con la esperanza, es lo último que se pierde cuando todo está perdido. Es una tabla de salvación a la que nos aferramos en las adversidades, que nos motiva a superarnos, porque "de ilusión también se vive".
Pero cuando las ilusiones se pierden, algo se muere dentro de nuestro espíritu. Nos convertimos en sonámbulos permanentes, con una existencia insípida y anodina, que anula el interés por lo que somos y por lo que nos rodea, dejándonos encerrados en un círculo del que es difícil salir por nosotros mismos.

Texto: Manolo Torres




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miércoles, 5 de agosto de 2015

Las palabras y los silencios

Como fruto de la sabiduría, la ignorancia, la necedad o el miedo, las palabras que no se dicen, nunca llegarán a escucharse. Navegando entre la prudencia y la cobardía, nunca herirán como espadas, no frustrarán ilusiones, ni ofenderán a nadie. Pero tampoco darán calor y afecto, no expresarán emociones, no alegrarán la tristeza, ni alimentarán el cariño o el amor.
Una palabra inoportuna puede tener el mismo efecto que romper un cristal. Aun pegando sus trozos, nunca se consigue repararlo del todo. También los silencios son significativos, hay algunos que causan sensación de abandono o sentimientos de tristeza. Como si fueran flores pisoteadas que nunca podrán crecer, emitir olor, dar fruto, o regalar su belleza.
Y es que tanto las palabras como los silencios, pueden llegar a ser importantes o bien intrascendentes, serlo todo o no ser nada. Porque no hay cosa que comprometa más que una palabra, ni tampoco hay nada más elocuente que un silencio. 
Por eso, no es de extrañar que popularmente se diga que "a las palabras se las lleva el viento" y que "hay silencios que matan". Aunque siempre es interesante recordar, que "somos dueños de nuestros silencios, y esclavos de nuestras palabras".
Texto: Manolo Torres




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