Nos quejamos a menudo de los obstáculos que se nos presentan y de los esfuerzos que hacemos para enfrentarnos a ellos. Pero nunca pensamos en que una vida sin problemas, ya es en sí misma un problema. Porque cuando no los tenemos, lo complicamos todo, maximizando lo superfluo y lo insignificante hasta elevarlo a la categoría de importante. Además, solemos poseer una extraordinaria capacidad para enredar las cosas, creando conflictos donde no los hay, estropeando lo que es ideal o lo que parece perfecto.
Las dificultades pueden conseguir despertarnos del tedio y la monotonía en la que en muchos momentos estamos instalados. Son nuestra principal fuente para la adquisición de experiencia y conocimientos. Y hacen que nos superemos sacando lo mejor de nosotros mismos. Afrontar los contratiempos con éxito, nos da la sensación de sentirnos vivos y nos hace más fuertes y menos inseguros. Eleva nuestra autoestima y crea frecuentemente, un poderoso sentimiento de satisfacción personal, que nos ayuda a encarar las adversidades con más espíritu y con más energía.