Tengo 71 años y les contaré qué siento al ver mis arrugas frente al espejo y ver que se me han caído algunas cosas y no las puedo encontrar. Yo pretendo vivir apasionadamente. La sociedad decide cuándo somos viejos alrededor de los 65, pero en realidad empezamos a envejecer al nacer. Estamos envejeciendo ahora, y todos lo experimentamos de manera diferente. Nos sentimos más jóvenes que nuestra edad real, porque el espíritu nunca envejece. Es una cuestión de actitud y salud. He perdido en las últimas décadas personas, lugares y la energía ilimitada de mi juventud, y estoy empezando a perder independencia, y eso me asusta. Ram Dass dice que la dependencia hiere, pero si uno la acepta, hay menos sufrimiento.
He ganado libertad. ya no tengo que demostrar nada. No estoy atrapada en la idea de quién fui, de quién quiero ser, o qué esperan los demás que sea. Le sigo diciendo a mi superyó, que retroceda y me deje disfrutar lo que todavía tengo. Mi cuerpo puede estar cayendo a pedazos, pero mi cerebro no, todavía. Me siento más liviana. No siento rencor, ambición, vanidad, ninguno de los pecados capitales que ni siquiera valen la pena. Es genial soltar. Debería haber empezado antes. También me siento más liviana porque no tengo miedo de ser vulnerable. Ya no lo veo como una debilidad. He ganado espiritualidad. Soy consciente de que antes, la muerte estaba en el barrio. Ahora, está al lado, o en mi casa. Trato de vivir a conciencia y estar presente en el momento.
Entonces, ¿cómo mantener la pasión? He estado entrenando desde hace algún tiempo, y cuando me siento monótona y aburrida, finjo. Actitud, actitud. Entreno diciendo sí a lo que venga: drama, comedia, tragedia, amor, odio, pérdidas. Diciendo sí a la vida. Y entreno tratando de mantener el amor. No siempre funciona, pero no pueden culparme por intentarlo.
Extracto de Charla de Isabel Allende en TED (Marzo-2014) [Ver video]
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