Muchas veces, cerramos las puertas a situaciones, a experiencias, o a personas que, de alguna manera, podrían haber cambiado el desarrollo de nuestra vida y que le habrían dado otra perspectiva. Por ideas preconcebidas, o por prejuicios absurdos que se han desmoronado con el tiempo, han condicionado nuestra forma de ser y de actuar. Otras razones han podido ser que hemos magnificado el miedo a lo desconocido, el temor a lo inesperado, o el pánico a enfrentarnos con problemas y no poder controlarlos.
Solemos sentir una gran inercia a variar nuestro comportamiento y a explorar opciones diferentes. Somos muy reacios a provocar cambios en nuestro vivir, acomodándonos en lo que dominamos y en lo que hacemos habitualmente. Pero la realidad diaria es cambiante y compleja, va evolucionando y hace que nuestras previsiones sean menos precisas y más difíciles de controlar.
Por eso, a pesar de parecer algo aventurado, hemos de adoptar una actitud personal de renovación permanente y de un continuo abrir puertas a nuevas posibilidades, que nos hagan descubrir otros horizontes y mejores caminos. Procurando así, que el mañana no nos coja desprevenidos y estemos más preparados para afrontar el futuro en condiciones más favorables, porque el olvidarlo y no pensar en él, no evita que al final siempre llegue. Quizá sea bueno recordar constantemente algunas frases de siempre, que cada día cobran más actualidad, como la de “hay que renovarse o morir” o la de “el que se para o se estanca, se queda atrás”.
Texto: Manolo Torres
Últimas entradas: